Incursores Kanovs, Cap 4.Part 2 "Caza"
Al día siguiente, se desplazaron por todas sus tierras de caza, recolectando las pieles de los animales cazados que se encontraban escondidas.
-Por fin, hace un poco más de un año que no vamos a la casa de intercambio.-dijo Rion.
-Yo quiero comprarme con mis pieles uno de esos brazaletes tan bonitos.-
-Yo quiero conseguirme uno de esos extraños machetes que le vimos a los rosados…parece una mejor arma que esta- dijo Rion, mientras señalaba su lanza.
Una vez que revisaron todos los escondites y encontraron todas las pieles, partieron en dirección del puesto de intercambio. El viaje era largo, por lo cual marcharon todo un día y una noche, comiendo unas provisiones de carne seca y sin detenerse a dormir. Cuando al día siguiente, ya casi no había sombra, Llegaron a su destino.
Maia y Rion miraron felices la pequeña cabaña y tiendas que ahí se encontraban, pues eran para su limitada experiencia, como si de palacios y castillos se tratara lo impresionantes que resultaban. En aquel puesto, se encontraban reunidas unas cuantas 20 personas, (lo que conformaba toda una aglomeración).
Salió a recibir al trío de Lordnord el tendero, un Vanolosé barbudo y calvo, con el cuello como un tonel.
Miró un rato a los recién llegados, intentando reconocerlos.
-¿Tundra?-preguntó, dirigiéndose a la madre de Rion y Maia
-Si- respondió parcamente. El Vanolosé como todos los de su raza, gustaba de conversar, y una respuesta tan corta no era mucho de su gusto.
-¿y por que vienes en esta temporada? Normalmente vienes después, cuando acaban las lluvias, o que sea lo has hecho así desde que te conozco. ¿Algún problema?-
Tundra no respondió por el momento, pues se dedicaba a desempacar, ayudada por sus hijos. El vanolosé mientras esperaba la respuesta se rascaba la barba y observaba la mercancía.
-Pues, Ferstich- respondió Tundra- Voy a mudarme-
-¿Abandonas estas tierras?¿por que?-
-Los cazadores. Cada vez son más molestos.-
-¿pero a donde iras?-
Tundra se alzó de hombros
-No lo se. Supongo que a las profundidades del bosque-
Mientras Tundra y el comerciante charlaban, Rion y Maia se dirigieron al puesto de intercambio y empezaron a ver lo que ahí había. Rion revisaba unos toscos machetes, mientras Maia veía unas cuentas y baratijas.
Estuvieron un buen rato en eso, mientras su madre regateaba con vanolosé Ferstich sobre el trueque de las pieles.
Una vez terminado el cambio, Ferstich se acercó a ellos.
-¿y, que te parecen mis armas?¿eh? De la mejor calidad, te lo puedo asegurar, traídas desde la lejana mina Warf de Heakkarhelm, cuentan con poderosos conjuros-
Le dijo a Rion, mientras le mostraba unos burdos machetes, hechos sin ninguna maestría y menos con poderes mágicos. Entonces se acercó a Maia
-Mire señorita, estos ópalos traídos de las lejanas costas de Ushaenor….¡La última moda en la grandiosa Kuekker!-
-¿y que es Kuekker?- le preguntó extrañada Maia
-Pues- Ferstich se rascó su grueso cuello, pensativo.- un lugar importante- terminó por decir, alzándose los hombros y dejando las cuentas que decía eran piedras semipreciosas, entró al puesto a atender a unos duendes recién llegados.
Tundra se acercó entonces a sus hijos.
-Vamos a acampar aquí, ¿entendido?-
-Por supuesto- respondieron al mismo tiempo los hijos
-¿y por que cambiaste las pieles?-
-Pues por cosas necesarias, pero también tengo algo para ustedes-
Les entregó a cada uno un cuchillo largo, ropas y una pulsera tallada. Maia y Rion la miraron extrañados de aquel presente, pues desconocían su significado.
-Mañana nos separaremos- les dijo su Madre, antes de partir a cazar, dejándolos sumidos en dudas.
-¿Qué crees que quiso decir?-le preguntó Rion a Maia.
-Pues no estoy segura-
Pero poco tiempo les duro la preocupación, pues en aquel lugar, para ellos mágico, había tanta gente con quien hablar y tantas cosas que hacer, que se olvidaron del asunto. Aquella tarde se la pasaron hablando con los visitantes y comerciantes del puesto. Kanovs, duendes, Warfs, Belfos, Vanolosé y humanos, les parecía que estaba todo el mundo ahí reunido y los olores y ruidos los embriagaban, acostumbrados a la solitaria selva. En aquel pobre y pequeño puesto de intercambio, creían encontrarse en la mayor y más cosmopolita ciudad del orbe. Al anochecer, cantaron y bailaron bajo la luz de la luna llena y se quedaron escuchando hasta caer dormidos las historias de aquellos reinos lejanos y fantásticos relatadas por los viajeros y aventureros.
A la mañana siguiente, cuando Maia se despertó antes de que se elevara el sol, miró a su alrededor y vio los restos de la hoguera consumidos. Las bancas y mesas donde ayer habían comido y escuchado las historias habían sido retiradas, quedando en su lugar ropa tendida en cuerdas por una mujer duende regordeta y baja, que gruñía por no poder alcanzar las cuerdas.
Rion se encontraba a su lado y las cosas de ambos ya estaban empaquetadas. Su madre se encontraba tan solo a unos pasos, aguardando a que despertaran.
-¿Qué, ya nos vamos?- dijo Maia, mientras se desperezaba. Entonces se dio cuenta de que su madre tenía pintura ritual en su cuerpo y en su cara, y en la mano tenía un ramillete de hojas de Riothe-Dau, la planta sagrada de los lordnord. Despertó con un codazo a Rion, y fueron donde su madre.
-Síganme- tan solo les dijo. La siguieron, abandonando el claro donde estaba el puesto de intercambio de Ferstich. Llegaron entonces frente a un árbol de Riothe-Dau, que se alzaba entre los demás con su tronco azuloso y sus hojas azul oscuro.
Ambos hermanos se pararon uno al lado del otro. Su madre se acercó entonces, moviendo los labios sin pronunciar una palabra, llevando en sus manos un pote con pintura hecha con el árbol sagrado, que tenía preparado de antemano. Se acercó primero a Rion, y pronunció unas palabras en un idioma que no conocían. Después de eso se untó los dedos con pintura y hizo un dibujo ritual en la cara de Rion. Después repitió lo mismo con Maia. Una vez terminado eso, dejó el pote en el suelo, y se arrodilló frente al árbol. A una señal de ella, sus hijos hicieron lo mismo. Su madre rezó entonces en aquel extraño idioma, y ellos repitieron lo que ella decía. Entonces su madre se levantó y les señaló con el dedo las pulseras talladas que les había dado la noche anterior.
Entonces dijo seriamente:
-Este día, nos separaremos. La pulsera que les di tiene los espíritus de nuestros antepasados, que los cuidaran y guiaran en esta vida solitaria que ahora comienzan. Que la caza sea provechosa-
Una vez que dijo esto cargó su equipaje y les dio la espalda y se alejó rápidamente, adentrándose en la selva
Rion y Maia se miraron un momento. Ahora, según la tradición y costumbre Lordnord, ambos eran ya adultos. En silencio, se alejaron del árbol sagrado, yendo en dirección al puesto de intercambio.
Entraron al Claro, donde estaba aguardándolos Ferstich, con una sonrisa en su cara y ambos brazos cruzados por sobre de su barriga. A penas estuvieron cerca. Ferstich los cogió a ambos y les dio un fuerte abrazo. Rion y Maia, apenas pudiendo respirar y no acostumbrados a ese tipo de demostraciones afectivas tan efusivas, se intentaron soltar, sin lograrlo, hasta que Ferstich los soltó, cayendo ambos al suelo sin aliento. Fertsich los levantó entonces y les palmoteo la espalda.
-¿Qué tal, he chicos?... A verdad, pero ustedes ahora ya son adultos, y pensar como pasa el tiempo, yo que los conozco desde que eran unos cachorros así de pequeñazos… pero miren que bien, ¡felicitaciones pues! Ya son todos unos adultos, esto hay que celebrarlo, yo les dare unas recomendaciones, antes de que partan, a si, también les cuide las cosas, que no saben como en este lugar todos tienen las manos más largas que lo que es debido, especialmente esos duendes del bosque-
Ferstich los mareaba con su rápida y confusa perorata, y había puesto las manos sobre las cabezas de ambos. Los empujo entonces dentro de la cabaña del puesto de intercambio después de recoger las cosas de los dos hermanos y echárselas al hombro. Entraron entonces a la casa de Ferstich, una cabaña de “cinco paredes”, es decir, con dos piezas, nada más, la habitación y bodega y la cocina-comedor-bar-bodega. Una vez adentró, arrojó las cosas de los hermanos a una esquina y los sentó en una mesa.
-¿y, alguna vez han tomado alcohol?- les preguntó mientras servía en unas vasijas enormes de un Koukton cada una Agua ardiente.
Les presentó entonces a cada uno una jarra.
-No, señor- repuso Rion, mirando el agua ardiente con desconfianza.
-¿Qué, le tienes miedo a un poco del elixir de la vida hombre?, si no hace nada, y lo que no mata, hace más fuerte, o eso decía alguíen, o creo que alguien lo decía, o tal vez decia que si no te hace más fuerte te mata, pero en fin, da lo mismo, tomatelo de un trago, que hay que celebrar-
Rion no entendía ni la mitad de lo que decía Ferstich y seguía mirando con recelo la jarra. La olisqueó un poco, cuando de repente escucha una exclamación de Ferstich, cuando se dio cuenta de que mientras hablaba Maia había pescado la jarra y la había empezado a beber, de un solo trago. Maia, al terminar la colosal jarra, la dejó, vacía, encima de la mesa. Ferstich se deshizo entonces en halagos y le relleno el vaso, que Maia volvió a tomar. Rion, al ver como Maia lo hacía, finalmente pesco la jarra y tomó un sorbo, pero que escupió inmediatamente
-hey hombre, pero hombre, ¿me quieres ofender acaso que escupes mi elixir de la vida, destilado por mi mismo? Dale, tómalo solo de un trago-
Rion hizo entonces tripas de corazón y se tomo la jarra al seco. Después de ello se le nublo un tanto la vista, intentó decir algo pero se cayó al suelo. Maia dejó la jarra medio vacía sobre la mesa, se balanceó un momento en la silla antes de caer de espalda.
Ferstich los miró atónito un momento. Se alzó de hombros y se tragó su tercera jarra, antes de volver a llenarla.
* * *
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