Incursores Kanovs, Cap 6.Part 2 "La Frontera"
En el bosque, los pájaros cantaban alegres, mientras que las mariposas volaban graciosamente. Los árboles, poco densos en aquel lugar, dejaban pasar muchos haces de luz del sol, que alumbraban la tierna hierba que crecía a sus pies. Bajo un árbol, yacía Maia, mientras dormía placidamente. Una mariposa se posó entonces en su nariz, despertándola dulcemente. Se levantó con las energías recargadas en aquel lugar casi paradisíaco. Fue entonces cuando partió a cazar, antes de seguir su viaje al interior del bosque infinito de Nubla, pues aunque había perdido desde días a sus perseguidores, prefería continuar, siguiendo los concejos dados por su madre hacía ya tanto tiempo.
Pero a pesar del entorno, que le ayudaba mucho para su ánimo, la situación no era muy buena. En la huida, había tenido que dejar cosas vitales, como su lanza para cazar, su morral, la bota de agua y otros enceres. Lo único que le quedaba era él cuchillo que le diera su madre y una cerbatana. Sabiendo lo necesarias de estas cosas para proseguir el viaje selva adentro, se propuso fabricarlas. Buscó un rato una rama larga y resistente, para hacerse una lanza. Después de un rato de búsqueda, dio con ella. Le quitó la corteza, y como filo, a falta de algo mejor, le ató con una tira de cuero que llevaba el cuchillo. Ya con una lanza provisional lista, fue a cazar para poder hacerse con una provisión de alimentos y poder tener cuero para fabricarse una bota de agua.
Acechó largo rato en las cercanías de un abrevadero en el bosque, inmóvil, hasta que, tímidamente, se acercó un pequeño ciervo, desconfiado de naturaleza, pero que a pesar de sus agudos sentidos no pudo sentir a la cazadora, ni siquiera alcanzó a ver venir la muerte, que fue rápida he indolora.
Maia, después de cazar al ciervo rezó a sus antepasados, agradeciéndoles la caza, y al ciervo muerto, agradeciéndole su muerte y pidiendo su perdón.
Después de aquel ritual, desarmó la lanza provisional y desolló a su presa.
La carne la guardo en las siempre útiles hojas de viss-niel, que conservan por largo tiempo los alimentos. El cuero lo curtió, habilidad enseñada por su madre hacía ya tiempo atrás, necesaria para ese tipo de situaciones, y con los nervios fabricó una bota de agua y un nuevo morral. Por último, con los huesos del animal y los cuernos fabricó una punta permanente para su lanza y un cuchillo.
Cuando ya anochecía e iba a partir, se lamentó por no poder aprovechar todos los restos de la presa, pero tenía prisa.
Partió nuevamente entonces, cuando la luz de la luna iluminaba la selva.
* * *
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