Incursores Kanovs, Cap 6.Part 1 "La Frontera"
Se detuvo un momento, escondiéndose en un matorral, para recuperar el aliento. Después de un rato siguió a toda velocidad, pero antes ocultó concienzudamente las huellas. Corría por la selva, a toda velocidad y ágilmente, pero estaba completamente cansada. Ya hacía dos días que se había separado de su hermano y empezó a avanzar al noroeste. Al principio había creído haber perdido a sus perseguidores, pero no era así. Ella se había detenido a descansar junto a un manantial, donde durmió un rato y cazó un par de conejos. Había encendido un fuego para asarlos, cuando escuchó pasos furtivos. Al mirar en torno suyo descubrió como se acercaban furtivamente unos K’nir, que al sentirse detectados saltaron rápidamente al ataque.
Sabiendo que no podía enfrentarse a tantos enemigos a la vez, esquivó a los atacantes de un enorme salto, y cuando cayó en el suelo empezó una loca carrera inmediatamente, abandonando por la prisa su alimento, bota de agua e incluso la lanza, cosa que lamentó inmediatamente, pues si la alcanzaban no podría defenderse. Los K’nir, en un principio fueron sorprendidos con la rapidez con que pudo huir, pero reaccionaron inmediatamente. Ya el silencio poco les importaba, y mientras la perseguían lanzaban furiosos ladridos y lúgubres aullidos. Ella era más rápida, pero los K’nir eran tenaces, y por lo menos 7 o 8 la seguían. Pronto empezó a sentir cansancio por la loca carrera, y los K’nir, con una mejor resistencia, poco a poco se acercaban. Ya estaban casi encima, lanzando incluso a veces dentelladas, pero ella había logrado esquivarlas por poco. Se dio cuenta que no podía continuar corriendo, por lo que se detuvo en seco, lo que sorprendió a los perseguidores, y de una patada dio por el suelo con uno de ellos y derribó a otro de un puñetazo, antes que reaccionaran. Los K’nir se pusieron a gruñir y a formar un circulo en torno suyo, pero Maia actuó rápidamente y, dando un salto hacía atrás, derribó con su espalda a un K’nir que no esperaba aquel ataque, y se lanzó de nuevo a la carrera, pues había escuchado el ruido de una cascada. Los K’nir una vez más la seguían, cuando llegó al río que había oído. Aquel río no era muy ancho, pero era caudaloso y turbulento, con fuertes corrientes, y caía por una enorme cascada. Maia midió la distancia con la vista, tomó impulso y saltó sobre una roca que estaba en medio del río, dando un segundo salto inmediatamente aprovechando el impulso del anterior, llegando a otra roca antes de saltar por última vez y llegar al otro lado. Los K’nir, al encontrarse con el río se detuvieron, excepto uno que por el frenesí intentó realizar la misma proeza que su presa, alcanzando a caer sobre la primera piedra, pero esta, húmeda, lo hizo resbalar y caer a la torrentosa agua, que lo arrastró a la cascada, mientras aullaba de pánico, pero su aullido final fue apagado por el ruido de la cascada.
Sus compañeros observaron esto, inmóviles. Maia, mientras tanto, se detenía un momento para recuperar el aliento, segura al otro lado del río. Después de ello, se adentró de nuevo en la selva, alejándose de las atentas miradas de los K’nir al otro lado del río, que empezaron a aullar, lamentando la perdida del compañero.
Una vez que callaron, Qhuijjot observó el río y la cascada, dándose cuenta de que sería imposible vadearlos con facilidad.
-Sukken, - llamo, a media voz. Se acercaron entonces un K’nir de su grupo- Busca un paso río arriba, llévate cuatro guerreros. Ustedes tres vayan río abajo, y apenas encuentren un paso atraviesen el río y vuelvan a seguir el rastro de la presa, que no podemos perderla. Yo me quedare esperando a los demás.-
Los K’nir asintieron y partieron raudos a cumplir la tarea asignada. Qhuijjot, que se quedo solo, fue a beber un poco de agua en el río. Después de hacer eso, se echó agua a la cara y quedó mirando fijamente al otro lado del río. Se rascó detrás de la oreja y lanzó un resoplido, cuando escuchó que llegaba el grueso del grupo, unos doce hombres.
Una vez que estuvieron reunidos, los empezó a insultar y amenazar por lo lento que eran y, después de ordenarles que lo siguieran, fue río arriba, a ver si encontraban un vado. Los hombres se quejaron ante la orden de continuar la marcha, pero fueron callados a gruñidos del líder. Ya se habían alejado de nuevo, mientras que Qhuijjot se quedaba en aquel lugar un momento más.
Estaba seguro que había escuchado algo, y creyó ver un movimiento al otro lado del río.
-hey, chica, mejor te vas moviendo o te caen encima estos brutos.-
Maia, al verse descubierta, salió del follaje donde se había ocultado.
Qhuijjot se sonrió, dándose cuenta de que no se había equivocado.
-¿y por que no te vas de una vez? Lograste algo de ventaja con esto y deberías aprovecharla-
Maia se acercó al borde del río y tomo un poco de agua, en silencio. Después de hacer ello le preguntó a Qhuijjot:
-¿Por qué haces esto ahora?-
Qhuijjot se rascó detrás de la oreja. Ese era un tic que tenía y repetía frecuentemente.
-Pues, no lo se, pero chica, me caíste bien…No me había tocado desde hace mucho tiempo seguir a alguien como tu, con tu habilidad y tenacidad… y la vida del esclavo no creo que te lleve.-
Maia se sentó en el suelo. Estaba agotada y hambrienta y no tenía las fuerzas como para emprender nuevamente la huida, como le recomendaba Qhuijjot.
-Chica ¿tu crees que puedes continuar de esta manera?-
Maia miró un rato al K’nir al otro lado del río. Vio en su ojo, el único, pues el otro le faltaba, que tenía una mirada que inspiraba confianza. Decidió entonces, responder.
-en realidad, no-
-pues te tengo una proposición-
Maia escuchó atenta, pero algo la hacía recelar.
-te escucho-
-Pasa a este lado del río de nuevo. Eso va a despistar a mis Batidores, que aunque son los mejores no son imbatibles. Perderían por completo tu rastro y te daría más tiempo. Una vez a este lado, podrías continuar tu viaje en cualquier dirección, ganando una gran ventaja y perdiéndonos-
-¿crees que soy tan estúpida como para pasar de lado para que me atrapes?-
Ante esto, Qhuijjot desenvainó rápidamente un cuchillo y una espada corta, que llevaba en el cinto, pero tan solo las arrojó al suelo, lejos de sí.
-estoy desarmado, de mí nada puedes temer-
Maia lo pensó un momento. Decidió que en caso de necesitarlo, podría vencer a aquel K’nir sin demasiadas dificultades, por lo que tomó impulso y repitió la proeza con la que había logrado llegar al otro lado del río, pero a la inversa.
Una vez en la misma orilla que el K’nir se aprestó a algún intento de este, pero Qhuijjot no intentó nada. Lo único que hizo fue sacar lentamente de su morral un trozo de pan y uno de carne, que le ofreció a Maia con una sonrisa. Maia cogió la comida y se alejó rápidamente, después de darle las gracias a Qhuijjot, aunque sin entender las razones de este para ayudarla.
Una vez que Maia se había ido, recogió el K’nir sus armas y buscó un vado, para alcanzar a sus hombres.
Todavía no entendía del todo lo que había hecho, pero estaba satisfecho con ello. Sabía que Tuska no le perdonaría haber dejado pasar su codiciada presa, de tanto valor económico, y que podría llevarle a sufrir un gran castigo al igual que sus hombres, pero tenía la confianza que no fuera tan grande, pues, tanto el como Tuska sabían que un batidor K’nir era necesario para el tipo de negocios que manejaba Tuska, y no era fácil conseguir alguno mejor que los de él.
Pensaba, que en todo caso le serviría como venganza en contra de Tuska, que siempre lo maltrataba y a sus K’nir, y tal vez aprendiera de esa manera a apreciarlos más, aunque mucha esperanza no tenía al respecto.
* * *
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