40, 38, 1.920
Sucedió hace dos o tres años, no lo recuerdo bien, pero lo que sé es que fue el verano más caluroso que he vivido. En esa época la vida se me antojaba simple y sin problemas ni preocupaciones, pues para todos era así. La estabilidad mundial reinaba, y no había problemas económicos. Se podría decir que se habían superado todos los problemas antiguos, como los políticos, naturales y la sobrepoblación. La sociedad se había acomodado y creía que ese bienestar era un derecho. Hacía tiempo ya que nosotros, los humanos, habíamos conquistado los problemas del espacio, dominándolos al igual que sus planetas. Las naves y colonias espaciales poblaban el espacio, dejando a las colonias exteriores apartadas. Ese era casi el único problema, en ese entonces: las colonias, lugares inhóspitos, habitados por la lacra de la sociedad.
Yo había vuelto aquel año de una exploración minera a una de aquellas colonias, después de cerca de dos años de exilio en el exterior, volvía a mi familia y conocidos de la tierra. Ah, la tierra, esa pequeña canica azul y verde en el espacio, que nuestros antepasados habían agotado y casi destruido, había sido reconstruida prácticamente entera gracias a la tecnología, pues unos sabios científicos habían guardado como tesoro el ADN, de las especies vivas y extintas; antes de la casi total destrucción de la tierra por la ambición humana.
Ahora que lo pienso puede no haber sido un verano tan caluroso, pues la larga estadía en paramos inhóspitos y en el increíble frío espacial puede haber cambiado mi percepción.
Bueno, sucedió que aquel año yo volvía a la tierra, donde encontré a mi esposa y mis dos hijas esperándome en el puerto espacial. Después de un afectuoso abrazo me fui con mi familia a mi pequeña granja orgánica en las cercanías de Extremburg. Más o menos dos semanas después de mi llegada, los censores se volvieron locos en medio de la noche, produciendo extraños ruidos. También oí los ladridos de mi perro y sonidos venidos desde mi huerto. Yo, intrigado y asustado, bajé de mi pieza y armado con una linterna salí de la casa y me adentré en el huerto. Ahora el silencio reinaba roto solamente por mi respiración agitada. El aire se encontraba viciado por un extraño e indescriptible hedor. Repentinamente vi un movimiento, o un reflejo o algo así, que cruzo rápidamente entre mis pies. Cuando volteé no pude ver nada, fuera de las hojas agitadas. Antes de alcanzarme a reponer completamente de la sorpresa oí a mi perro ladrar de terror y dolor. Al encontrarlo mis ojos se llenaron de lagrimas, al ver el estado en que quedó el pobre animal. Algo le había seccionado las dos patas delanteras y parte del cuello, dejándolo increíblemente aun vivo. Le grité a mi mujer que se asomaba por la ventana que no dejara salir a las niñas, mientras que cogía con ambas manos al animal. Subimos al vehículo y lo llevé al veterinario. Al alejarme, mi hija más pequeña salió de la casa, seguida por su madre, y al ver el vehículo alejándose se puso a llorar desconsoladamente. Al llegar al veterinario me dijo sin preguntar que había sucedido, que gracias a la tecnología, mi perro iba a poder recuperar sus dos patas delanteras y sus anteriores fuerzas. Me dijo que me podía retirar, y yo al cerrar la puerta lo oí murmurar que no podía entender que clase de idiota dejaba su perro suelto si vivía en las cercanías de los rieles de un Electrotren. Después de eso fui a la comisaria a contar lo sucedido, pero la única respuesta que recibí de la secretaria electrónica era que debía esperar cuatro horas a que empezara a operar la comisaria, a las 6:00 AM. Decidí que no valía la pena esperar, me apeé en mi vehículo y volví a mi casa, con miles de dudas acerca de lo ocurrido, cuando una especie de explosión de luz me cegó. Solté el volante para cubrirme la vista, pero el vehículo, sin control, cayó en una cuneta.
Creo que estuve mucho tiempo inconsciente, pues desperté cuando el sol ya se ocultaba, a
Lo que primero hice fue pensar que no había sucedido nada extraño excepto lo ocurrido aquella madrugada del miércoles, al pensar en el tiempo automáticamente observé mi reloj, que estaba paralizado. Para ponerlo al día mire el reloj digital del vehículo y esto me cayó como balde de agua fría: ¡era el viernes en la tarde!...¡Tres días, por Dios!
Me absorbí en mis pensamientos, escuchando fragmentos de su perorata.
-...si, han pasado muchas cosas, avistamientos de luces, signos en los cultivos, ¡incluso a desaparecido gente!
- Pero todo eso es refutable- dije, saliendo de mis pensamientos, negándome a creer lo que me había pasado.
- ¿Eso crees? Pues escucha esto.
Alargó su brazo a la radio del vehículo, encendiéndola. La radio empezó a emitir un sonido ululante, que se repetía cada cinco segundos, con sonidos altos y bajos, como períodos. Al empezar a oír la grabación no le encontré sentido, pero en la tercera repetición me empezó a doler la base de la nuca y a entender el sonido. Eran números:
40, 38, 1.920, 40, 38, 1.920, así una y otra vez. El dolor era insoportable y me cegaba la vista, moví mi brazo para intentar apagar la radio pero caí en el suelo de goma del vehículo. John, asustado, cortó la radio y me ayudó a sentarme nuevamente.
Respondí únicamente 40, 38, 1.920 en voz baja, creyendo que de esa manera entendería la grabación. Como el dolor desaparecía empece a meditar eso, mientras me sobaba la nuca. 40, 38, 1.920... ¿Qué significaba?
Miré a John, preguntándome si el también oyó lo que yo. Le pregunté que creía que podía ser. Su facción se puso misteriosa y aseguró:
- Están comunicándose...
Lo miré extrañado. No creía en eso y me negaba a creer. Al ver en la lejanía mi granja le dije que se detuviera en ese lugar, y que el resto de la distancia lo recorrería a pie, a pesar que la noche ya había caído. Después de despedirme me arrastré debajo del cerco y entré en mi maizal, pensando en lo ocurrido. Eran aproximadamente dos kilómetros de maíz hasta mi hogar, los cuales había recorrido muchas veces sin problemas. 40, 38, 1.920... ¿40, 38, 1.920?...
No entendía por qué esas cifras me intrigaban tanto. Después de caminar la mitad del recorrido me había auto-convencido de que aquellas cifras eran producto de mi imaginación, “revuelta” por un accidente que me dejo inconsciente... ¿tres días? Cuando me detuve a pensar en ello repentinamente mi brazo me empezó a arder nuevamente. El dolor era grande y al mirar mi brazo vi que en la muñeca parpadeaba por debajo de la piel una luz pálida, que cambiaba poco a poco a amarillo. Después de unos treinta segundos oí que algo corría entre el maíz a gran velocidad, y la luz ya había pasado al amarillo y comenzaba a anaranjarse. Mi instinto me dijo que me debía ir de allí, así que empecé a correr con todas mis fuerzas en dirección de mi hogar. Con el movimiento yo veía repetidas veces mis muñecas, donde la luz casi era roja. Ya estaba a solo
Al llegar mi mujer nos ofreció un café. Mientras lo servía pude apreciar que todavía temblaba. Mire fijamente a John y le dije todo lo que me había sucedido, incluido lo que ocasionó mi accidente, que tenía una laguna de tiempo de tres días, las extrañas cifras 40, 38, 1.920 y el ataque que sufrí en el maizal. Al contarle lo sucedido pude ver que se mostraba sumamente interesado, y me pidió que le mostrara el brazo. Al verlo me palpó la muñeca y me mostró una pequeña herida cicatrizada que no me acordaba que tuviera ahí. Me miró fijamente y me dijo:
- Por todo lo que me has dicho te voy a decir mi conclusión: fuiste abducido antes que tu vehículo chocara, por lo cual sobreviviste a aquel incidente, pero te colocaron en una operación un detector en tu muñeca (al decir esto me indicó el brazo) que además te muestra la cercanía de un alienígena, y una especie de traductor, o eso creo, en la base de la nuca. Después de esto te devolvieron al lugar desde donde te abducieron, donde yo te recogí. En tanto al maizal, por lo que me describiste, una especie de “mascota alienígena” te atacó, pero como tu formabas parte del experimento de los extraterrestres te salvaron. Creo que lo que te atacó era algo así, ¿no?- dijo, indicándome una ilustración de un libro que había sacado de su bolsillo, que era una especie que poseía dos grandes brazos en actitud simiesca, con garras y dos grandes ojos rojos, debajo de los cuales había un hocico prominente con grandes colmillos- Yo asentí con la cabeza. Luego prosiguió: Aquellas cifras todavía no me quedan claro que son.
Decidimos que íbamos a saber lo que eran costara lo que costara. Primero la sumamos, dándonos 1998. Esto era tan incoherente para nosotros como las otras cifras. Después las restamos, multiplicamos, dividimos e invertimos, sin entender. Estuvimos así hasta las 7:00 de la mañana, cuando mi hija mayor al escucharme me dijo que podía ser un lugar. Ante esta nueva opción fuimos a buscar un atlas, donde hallamos que los lugares con esos números eran dos en el Atlántico, uno en Turquía y otro en el Índico, pero lo malo era que el 1.920 en ese caso no significaba nada. Repentinamente me acordé de algo importante. El camino que se encontraba frente a mi casa era la ruta 40. Al decirle esto a John se le ilumino el rostro, fue corriendo a su vehículo y trajo un mapa rutero. Abrió la pagina donde estaba todo el sector y su dedo busco por la ruta 40, hasta encontrar en la ruta el kilometro 38, donde se encontraba una vieja fabrica abandonada. Ya estábamos sobre la pista, pero no sabíamos que significaba el 1.920. Cuando pensábamos que podía ser, recordé mis tiempos de recluta en el ejército, y que las horas se tomaban no de
Solamente faltaba el día. Empezamos a mirar los anteriores resultados, en busca de alguno que podría servir de fecha coherente, encontrándolo. Era la suma de 40, 38, 1.920, 1998, pues si se le colocaban puntos en los lugares correctos daba el 1.9.98.
Todo calzaba, pues estabamos en el año ..98 en el noveno mes, septiembre. Y por último estábamos en el sábado 29. Los días anteriores al lunes 1 los olvidé casi por completo. Lo único que recuerdo era que los pasé con mi familia y con John, el cual se había instalado en mi casa. Yo muchas veces volvía a pensar que estaba alucinando o que era solamente mi imaginación, hasta que llego el día. Me preguntaba si debía ir a la “cita” o lo que fuera. Mi familia no quería que fuera, mientras que mi curiosidad y John me impulsaba a ir. Finalmente decidí ir, pero armado con una pequeña pistola, pues después de lo sucedido en el maizal no estaba demasiado seguro de las intenciones de los alienígenas. Después nos fuimos en el vehículo de John. Los últimos días había podido apreciar por qué su vehículo poseía aquel aroma a tabaco, pues él tenia la rara costumbre de mascar tabaco. ¿Extraño no? Bueno, cuando estábamos a solo dos kilómetros del lugar de la cita fuimos detenidos por un control militar, diciendo que nos debíamos volver inmediatamente a nuestras casas, pues ese mismo día se había instaurado toque de queda de las 6 de la tarde a las 10 de la mañana. Después de que John intentara convencer al guardia inútilmente, respiré aliviado, pues tenía miedo a la que podría pasar. Cuando empezamos a devolvernos John estaba de un animo de perros, refunfuñando. Yo estaba muy aliviado cuando repentinamente me empezó a doler la nuca. El dolor me nublaba la vista y oí una voz que venía de la profundidad de mi mente me dijo con una voz bífida y de ultratumba:
-VEN... A.. MI..., VEN... A.. MI...
- Geólogo- respondí con voz entrecortada. Después de oírme revisó nuevamente su reloj. Al ver que quedaba tiempo siguió con su monólogo:
Los soldados entonces empezaron a abrir fuego contra la nave, la cual respondió con unos rayos azules. Mi cuerpo giro y abrió fuego sobre los soldados, mientras retrocedía, subiendo por el puente. Mi cuerpo al terminar de subir el puente disparó sobre el oficial, al cual mató. Al cerrarse la puerta, mi cuerpo volvió a mi control, y me desplomé por las heridas sufridas y por desangramiento. Me di cuenta que mi brazo tenía un resplandor rojo fuerte y me seguía doliendo la base de la nuca. Al poder girar la cabeza pude apreciar el lugar donde estaba, que era muy luminoso, con extraños aparatos incomprensibles. También pude ver un ser alto y alargado, que vestía una extraña armadura, de contextura alargada. Su piel era casi blanca y escamosa. Poseía grandes ojos negros y carecía de boca y nariz. En vez de pelo tenia unas hebras largas, tomadas como cola de caballo. Se me acercó y con una mano de tres dedos alargados con afiladas uñas me quitó el termorregulador principal rotativo el cual se llevó e instaló en un panel de mando. Mientras lo hacía uno de aquellos seres de ojos rojos y actitud simiesca se había acercado, con curiosidad y un brillo de maldad en sus ojos, pero yo al levantar la pistola se alejó. La nave se remecía por los disparos, hasta que se elevó. No lo pude ver, pero se sentía como se elevaba a una vertiginosa velocidad. Después de unos siete minutos el alienígena se acercó, apretó un botón y de la nave salió un asiento tan reluciente como la misma. Después de sentarse se acercó una de las criaturas, a la cual empezó a acariciar, mientras hablaba conmigo. Me dolió muchísimo la base de la nuca, por lo cual solo entendía a medias lo que decía. Él decía, con la misma voz que había escuchado tantas veces en el interior de mí, esto:
- Finalmente he logrado lo que he buscado por siglos y siglos, ahora mi especie podrá utilizar
Mientras decía esto yo lo había dejado de escuchar, pensando en mi familia... No, no iba dejar que nada de eso pasara. Con mis pocas fuerzas restantes levanté disimuladamente el arma y apreté el gatillo. Las balas atravesaron al extraterrestre en medio de su discurso. Él cayó muerto al suelo. La criatura, enojada se abalanzó sobre mí. A ese monstruo también acribille. Después me arrastré hacia los controles de la nave, y como no los entendía presioné cualquier botón. Una voz anunció que el portal de Espacio-tiempo estaba abriéndose, que sólo debía decir el destino. Yo dije con mi cansada voz:
-
- Es increíble con la convicción que lo cuenta, como se emociona, es como si realmente lo hubiera vivido. ¿Dónde es que dijiste que lo habían encontrado?
- En la selva mexicana en la península del Yucatán. Una noche se acercó a una pequeña aldea, tenía extrañas vestiduras y una pistola estilo “Guerra de las Galaxias”.
El tipo debe de haber sido un científico militar de una organización secreta o algo así, pues nadie ha venido a decir nada sobre él. Su historia es realmente increíble. Yo le he dicho que debería escribirla.
Mientras tanto, en su cama, Allan Brookman, después de ver si nadie lo miraba, se arremango la camisa y vio con horror que su muñeca poseía una luz pálida, tenue, muy tenue...
Fin
Labels: cuentos y creaciones literarias
2 Comments:
muy buen cuento pero un poco enredado.
Saludos a todos.
jajaja
ta la raja
Es una idea copiada?
me parece conocida la trama
salu2
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