Aglomoco

Bienvenidos al torcido mundo de mi creación, Aglomoco ¡Recuerden! Comentad o les arrancaré el higado!

Name:
Location: Río Bueno, X región, Chile

La historia se ha escrito con sangre y a punta de espada. A mi siempre me a interesado la historia, siendo una de mis grandes pasiones, pero como la historia esta cargada de guerras, revueltas, revoluciones e invasiones, empezé a buscar saber más sobre las guerras y batallas. De esa manera, actualmente, soy un apasionado de la historia belica, así tambien de sus armas y fortificaciones. Aparte de ello, me interesan los juegos de rol, que aunque nunca he jugado ninguno, soy el master de uno inventado (bastante informal, pero a fin de cuentas, poco me importa y a los que lo juegan). Este juego de rol, ya va funcionando desde 10 años más o menos, y en su momento pick, tuvo 70 personas, cosa que por ridicula que sea me enorgullese. Por ahora, estudio, si así se le puede llamar a lo poco que hago con respecto al colegio. "Incursores Kanovs" es una novela que estoy escribiendo, se puede considerar como una tipica historia de estilo "espadas y brujeria", pero relativo a mi juego y mi mundo, Aiers o Aglomoco, como prefieran mencionarlo. "Guerra de Fronteras" es mi primera novela gráfica y trata principalmente de la vida y campaña en el crucero de Nortenz "Skadi"

Wednesday, July 05, 2006

Nada Personal

Una sombra saltó dentro de su cráter. Sobresaltado, se dio vuelta, viendo a

uno de sus camaradas, Kotman. Este le dijo algunas palabras de ánimo, le

palmeó la espalda y le dio munición adicional. Con un cigarro en la comisura de

los labios se despidió, para seguir con la entrega de munición. El afirmó su fusil

de asalto con fuerza, nervioso. Desde hacia dos semanas esperaban en ese

infierno congelado de barro y nieve el ataque, que había sido preparado desde

hace días por la artillería enemiga.

Se llevó un cigarro a la boca, sin encenderlo. Los francotiradores ya habían

hecho su trabajo y le habían enseñado a los de su batallón a no fumar a punta

de balazos en la cara. La artillería enemiga disparó otra ráfaga, pero

demasiado corta.

Un sargento se acercó reptando con una ametralladora en sus manos y

ladrando órdenes. La artillería se silenció. El ansiado y temido ataque ya venía.

Mientras cargaba su arma, tomó una bala, y mientras jugaba con ella divagaba.

Finalmente repitió, masticando las palabras, las órdenes: hasta la última bala y

el último hombre.

¡Ya vienen!- gritaron en una trinchera vecina.

¡No disparen hasta mi orden!- ladró el sargento.

1.000 metros…900 metros…800 metros… cientos de sombras avanzaban

inexorablemente a través de la niebla…700 metros…se encomendó a Dios y

amartilló el arma…600 metros…un par de obuses pasaron silbando sobre su

cabeza…500 metros…apuntó a un soldado con una gorra de piel…400

metros…El sargento lanzó un grito y todos dispararon sus armas. Las balas

trazadoras de las ametralladoras le daban a la batalla el aspecto de unos

inocentes Fuegos artificiales. El hombre de la gorra de piel, alcanzado, subió

sus brazos al cielo, en un silencioso ruego, para luego caer para siempre.

Cargador tras cargador, a pesar de sus esfuerzos, las fuerzas enemigas

alcanzaban sus posiciones. Un pequeño bulto cayó en el fondo de su cráter de

artillería, hundiéndose en el barro. Por curiosidad, dejó el arma en el suelo, en

el fragor de la batalla. Hundió su brazo en el barro para sacar el bulto, dándose

cuenta aterrorizado que era una granada. Con todas sus fuerzas la arrojó, pero

apenas salió de su mano explotó, lanzándolo fuertemente al fondo del cráter.

Despertó. No oía nada. Su primer pensamiento fue que había terminado la

batalla, pero vio como sus camaradas disparaban, sin oír nada. Se dio cuenta

que estaba sordo. Trató de incorporarse, sin lograrlo. Después

de juntar todas sus fuerzas logró levantar la cabeza, para ver lo que antes

habían sido sus piernas , su brazo, y que ahora no eran más que muñones

sangrantes y que tenía una esquirla de granada en el hígado. Dejó caer su

cabeza…estaba condenado. Intentó rezar, pero no logró recordar ninguna

plegaria. Intentó recordar los altos valores patrióticos enseñados por la

propaganda, pero nada quedaba de aquello. Finalmente, con sus últimas

fuerzas, llevó su mano al bolsillo de su chaqueta, para extraer una foto que

miró por unos instantes. Recordó su pequeña y soleada casa, con su jardín y

su familia, que nunca más volvería a ver. Una lágrima corrió por su mejilla y

cerró sus ojos por última vez.

La pura nieve, que caía suavemente, sirvió de manto fúnebre para los caídos.

El viento arrancó una foto de las manos de un muerto. Una joven y dos

pequeñas niñas viajaban ahora a casa.

Labels:

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home